cuervos de ágil ojo rojo
con la pluma en el gabán.
Coge entre gorgojos
Globos de volutas heridos
esclavos de ábaco roto
retorcidos al saber
que les robaron su sangre
entre geranios de piedra
atados en la cornisa.
El sudor roca fundida
unida en llama de amor
con quien quiso, tal vez,
matar impertinente su voz
que presumía sin derecho
de su idilio de noches y andamio,
de palabras de hormigón
que se hundieron en las frases
que empezó en la mañana
y por la tarde olvidó.
Miguel Ginel